viernes, 11 de abril de 2008

A mi padre

Hoy es un día muy particular. Todos los días lo son, pero hoy le he dedicado más tiempo a pensar en mi padre, Luis Alberto y a rendirle homenaje con palabras.

Mi papá está presente en mi vida cotidiana de múltiples maneras. Quienes conocen mi núcleo familiar, saben que admiro y amo profundamente a mi madre: mujer luchadora, vivaz, divertida, enérgica, bella. Saben también que desde que mi papá murió ella y yo somos inseparables y he descubierto cuánto nos parecemos, en lo bueno y en lo no tan bueno.

Siempre he pensado que mi papá ha sido la influencia más importante en la configuración de mi personalidad, mis intereses, mi actitud ante la vida y muchas otras cosas. Sólo ahora que no está presente físicamente he calibrado su inmenso poder sobre mí, todavía hoy. Me hace mucha falta, sobre todo para compartir los buenos momentos, los triunfos y para consultarle las más importantes decisiones que se me han presentado.

Mi papá era muy conversador, un lector consumado y un amigo leal, un padre amoroso y un esposo solidario y enamorado.
Le gustaba mucho la música y era un entusiasta de los museos y de las manifestaciones vivas del arte y, a Dios gracias, supo contagiarme.

Fue en muchos casos inspiración y consejo oportuno no sólo para mí sino para varios de mis mejores amigos, quienes lo contaron entre los suyos, a pesar de la diferencia de edades, en la mayoría de los casos.
Además fue mi mejor compinche. Sólo desde hace once años su lugar fue ocupado por un mejor amigo, quien como él me escucha, acepta y me hace espejo para que me vea tal como soy, con la menor cantidad de máscaras posibles.


No sin enfrentamientos, pero siempre con infinito amor y respeto, mi papá y yo terminábamos las peleas más encarnizadas con una conversación enriquecedora y pacífica que borraba las diferencias ( al menos hasta la siguiente pelea).

Como hija única aprendí a lidiar con el monstruo verde de los celos, no con otros hermanos, sino con las muchas amigas que lo amaban y que lo siguen extrañando como el primer día. Esa experiencia de hija me sirvió en mis relaciones de pareja, espero no haber hecho sufrir tanto a mi pareja de entonces con mis punzaditas ocasionales de monopolio emocional

Me sentí libre de ser quien fui delante de él y le pido a Dios en mis momentos de tribulación y duda que me permita ser la hija que él disfrutaría tener y de quien él siempre se sienta orgulloso, dondequiera que esté, pero especialmente aquí, muy adentro, en mi corazón.

Este corazón que no puede evitar encogerse un poquito en un día como hoy, cuando recuerdo que se ha ido; el mismo que se ensancha feliz al ver su obra trascendente en quienes influyó de alguna manera.


Te amo, papá.

3 comentarios:

Flores de su pena dijo...

Es amor, o sea, belleza. Casi lloro porque mi papá también es una gran influencia para mí y creo que a pesar de todas nuestras diferencias, él me ha aceptado y hasta me ha ayudado a ser quien soy.
Además, estoy segura de que su papá está muy orgulloso de usted porque está en sus oraciones.
Un abrazo.

Hugo Marichales dijo...

Creo que Luis Montero estaría muy contento de poder leer este blog y saldría a pregonar su orgullo por todos lados.

annabel dijo...

Me he emocionado mucho con tus palabras, sobre todo porque me he sentido identificada en muchos aspectos. me gustó este blog y lo seguiré visitando, desde ya te invito a que pases por el mío si gustas, allí también hay un homenaje a mi padre en el cuento "dolor adentro", pienso que pueda interesarte compartirlo...un saludo