jueves, 21 de febrero de 2008

Lourdes Sifontes o la incertidumbre de la elección.

Tzvetan Todorov en Introducción a la Literatura fantástica, (1968: 36) cita a Roger Caillois en Au Coeur du fantastique (1965) al definir: “Todo lo fantástico es una ruptura del orden reconocido, una irrupción de lo inadmisible en el seno de la inalterable legalidad cotidiana”.
El filósofo y místico ruso Vladimir Soloviov, citado también por Todorov, (1968:35) enuncia: “En el verdadero campo de lo fantástico, existe siempre la posibilidad exterior y formal de una explicación simple de los fenómenos, pero al mismo tiempo, esta explicación carece por completo de probabilidad interna”.
A estas características debe añadírsele la consideración fundamental de que para ser considerado fantástico un relato o un hecho, debe permanecer en el lector una vacilación al tratar de explicar los hechos que, por su naturaleza, difieren de la realidad.
En el cuento “Librería” de Lourdes Sifontes (1991), pueden verificarse estas tres características, pues los hechos se suceden en un lugar aparentemente real, y todos por separado pueden tener una explicación satisfactoria, pero al unirlos, el lector puede no encontrar una salida viable dentro de los términos de la realidad cotidiana, sin embargo no hay nada explícito que lo lleve a pensar que hay un elemento maravilloso o simplemente extraño, precisamente porque no hay la incursión de seres sobrenaturales, todo está en la mente del personaje principal y luego del lector.
Cortázar (1993: 382) menciona que en un cuento fantástico sólo es necesario un elemento fuera de la realidad, aunque todos los demás estén perfectamente en su sitio, completamente reales, cotidianos. Entonces este sería un cuento que cumple esta condición o característica. Por su parte, Luis Barrera Linares (1995:68) acota: “Lo fantástico sería todo aquello que confronta y conflictúa abiertamente nuestras creencias, nuestra memoria semántica colectiva, todo acontecer que violenta las normas de organización allí estatuidas y nos traslada a un universo que no necesariamente percibimos como imposible, sino más bien como improbable”
Al leer el cuento de Sifontes no hay ninguna explicación definitiva en el texto, el lector no puede saber con certeza lo que realmente sucedió, además la sensación de temor que invade al lector al apercibirse de lo probable (o de lo no imposible) del suceso relatado reconfirman su carácter fantástico.
A lo largo del relato pueden encontrarse distintas frases que propician esta ambigüedad o imprecisión: los verbos creyó, pareció, no estaba seguro, etc., crean una atmósfera de vaguedad.
“Una leve vibración en las comisuras de la primera podría haber hecho pensar en una sonrisa: “Cuando se dedicó a mirar los libros, creyó sentir que la mirada del perro lo gobernaba lentamente.” “Fueron cuatro minutos de angustia no estaba seguro de hacer suya la lectura de los títulos y autores.”(1998: 465).
Luego en la página siguiente aparece: “no escuchó, no creyó haber escuchado bien”. Además la formulación de preguntas que se hace él mismo, pero que sin duda van dirigidas al lector, sin embargo él intenta responder para calmar su angustia y la del lector, por supuesto. “No podría moverse mucho la librería era un rectángulo pequeño regentado por las dos mujeres y vigilado por el guardián peludo. ¿O era al revés?"” (1998: 465)
O en la siguiente página se pregunta ¿Cómo podía dominarlo el perro? Era ridículo. No. No podía ser. Pero sí, así era, estaba seguro de que el poder que lo obligaba a quedarse no venía del aire siniestro del dúo de mujeres. Era el perro.” (1998:466,467). En este párrafo pueden verse varios elementos significativos que emparentan el cuento con algunas otras narraciones como “La puerta”, de Ednodio Quintero, quien coloca al perro como uno de los focos de su narración, dándole un papel incluso más importante que algunos seres humanos.
Este fenómeno ha sido denominado por Gilbert Durand “animalización” de los personajes y puede verse también con las babillas en “Naturaleza muerta con botella de whisky”, de Milagros Socorro, las cuales tienen nombre propio, a diferencia de la mujer protagonista. Este fenómeno no es más que la deshumanización o cosificación progresiva que sufren los personajes de los cuentos de la época de los años ´80 y 90 en Venezuela. Los seres humanos son vistos a través de los objetos que los rodean: botellas (M. Socorro), puertas (Quintero), semáforos o vehículos (Calzadilla Arreaza), montañas (Azuaje), claraboyas (Núñez) y sus relaciones son el reflejo de esos mismos objetos o de la interrelación de éstos.
A decir de Lovecraft, tal vez lo fantástico reside en la emoción –el miedo- que se produce en el lector, la intensidad emocional que se va produciendo a través de la atmósfera creada por palabras, las dichas, y las imaginadas. Un sentimiento también fundamental es la duda, precisamente, la incertidumbre, que puede verificarse en ambos, personaje y lector pues debe haber elección entre las dos posibilidades de explicación, y decidir entre si lo que perciben proviene o no de la realidad. Todorov nuevamente, en su Introducción a la literatura fantástica (1968), lo explica de esta manera: “Al finalizar la historia, el lector, si el personaje no lo ha hecho, toma sin embargo una decisión: opta por una u otra solución, saliendo así de lo fantástico. Si decide que las leyes de la realidad quedan intactas y permiten explicar los fenómenos descritos, decimos que la obra pertenece a otro género: lo extraño. Si, por el contrario, decide que es necesario admitir nuevas leyes de naturaleza mediante las cuales el fenómeno puede ser explicado, entramos en el género de lo maravilloso”.
En el cuento de Lourdes Sifontes, lo fantástico estriba precisamente en esta posibilidad abierta para la explicación del lector, pues la del personaje jamás va a aparecer. Quien lee no sabe (a partir de los indicios del texto) qué pasó con el hombre que entró a leer un libro de la exhibición, tuvo la oportunidad de ojearlo en presencia o bajo la vigilancia del perro, y aparentemente desapareció. No lo sabe, pero podría saberlo. La carnada de esta primera (¿) víctima (los Cantos de Leopardi) fue cambiada por otra para una víctima nueva ( La vida nueva, de Dante).
Es importante resaltar un aspecto repetido en toda la narración y es la importancia que el personaje da a los ojos, a la mirada de los seres humanos y sobre todo a la del perro. Primero aparece una mirada cautelosa (la del personaje al entrar a la librería). Las mujeres lo miraron “sin hacer el menor gesto”, aunque estaban “empecinadas en taladrar su presencia con aquellos ojos”. Mientras el hombre mira los libros, es la mirada del perro la que lo acompaña, lo vigila, la que parece leer con él los títulos de los libros, tal vez quien lo obliga a escoger el libro que al final hojea. Sin embargo, sus ojos (del perro) lo inducen a dejar ese mismo libro, lo hielan, le dan bofetones, le ordenan sin decir nada. Es esa misma mirada que luego se torna dulce en el momento culminante de invitarlo a acercarse peligrosamente a él, para descubrir su secreto. ¿Dónde está entonces la fantasía? ¿Es en la mirada del lector donde está la explicación del texto y no sólo en la escritura del mismo? ¿O lo fantástico no es el hecho sino la mirada que lo ve y lo intenta explicar?
La conformación del carácter fantástico de la narración es la doble cara de una moneda: la ambigüedad que el texto deja traslucir y la perplejidad, la vacilación en la percepción e interpretación del lector, las cuales no le permiten elegir entre la explicación de un hecho bajo leyes diferentes a las cotidianas o racionales ni la aceptación de su carácter sobrenatural.
Una marca tipográfica, la separación de un nuevo párrafo, indica un tiempo diferente en la narración y da por terminado el capítulo anterior. Por otro lado, la repetición casi exacta de los acontecimientos de ese primer capítulo y primer párrafo del cuento inducen a pensar en la repetición de la anécdota -podría aventurarse que- ad infinitum.
La historia queda abierta, no sólo en el final, sino en la doble o múltiple posibilidad de explicación, tal como lo sugieren los teóricos del género fantástico, lo cual lo hace un cuento sugerente, el cual se construye a partir de sólo un elemento significativo para -como diría Cortázar en “Algunos aspectos del cuento”-: “actuar como una especie de apertura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad” (1993:385) como tantos otros cuentos de esta generación de finales de siglo XX en Venezuela.

Bibliografía:

SIFONTES, Lourdes. “Librería”. En Miranda, Julio. (1998) El gesto de Narrar. Caracas. Monte Ávila Editores Latinoamericana.

BARRERA L., Luis. (2000). Discurso y Literatura. Introducción a la narratología. Caracas. Comisión de Estudios de Posgrado de la Universidad Central de Venezuela.
CORTÁZAR, Julio. “Algunos aspectos del cuento” en BARRERA L., Luis y PACHECO, Carlos. (1993) Del cuento y sus alrededores Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana.
TODOROV: Tzvetan: (1968) Introducción a la literatura fantástica. Barcelona. Ediciones Buenos Aires.

3 comentarios:

Hugo Marichales dijo...

Ahora tengo hasta picazón por leer ese cuento…

Adrián Cottin Belloso dijo...

Hola Alicia,
Disfruto mucho de lo que escribes.
Epsero con ansias nuevas publicaciones de tus escritos y sobre todo experiencias personales sobre tu transcurrir en el mundo de la literatura.
Besos,
Adrián

Javier dijo...

Hola, prima, disculpa por mi omision en leer tu blog.

Hoy tuve el placer de leer todos tus articulos que de echo me parecieron de fabulosos, me considero un neofito en la literatura pero creo que leyendo tus articulos voy a conocer mas sobre ese mundo tan facinante.

Continua... exitos.

Javi.