jueves, 21 de febrero de 2008

Promoción de la lectura: La alquimia poderosa del amor y los libros

Es común escuchar en estos días a los maestros y los padres diciendo: “los niños ya no leen” o “no sé qué hacer para motivarlos a la lectura”. Pero este no es un problema infantil exclusivamente, pues esos mismos maestros y padres tampoco leen o leen poco. Los reportes de la Cámara Venezolana del Libro y los estudios que al respecto ha efectuado la UNESCO así lo demuestran. Es un problema global de la sociedad venezolana y más allá de nuestras fronteras. Por tal motivo es urgente satisfacer la necesidad de emprender campañas de promoción de la lectura en diferentes ambientes y estratos socioculturales y económicos.

La promoción de la lectura consiste en crear una cultura de la lectura; motivar a leer más allá de los textos escolares, los periódicos o las revistas de entretenimiento. El objetivo es promover la lectura como herramienta para elevarnos como seres humanos, para deleitarnos con la belleza de la palabra, y para nuestro enriquecimiento espiritual, cognoscitivo y social.

Dentro de una campaña de promoción de la lectura, donde tradicionalmente se incluyen talleres a padres, maestros, bibliotecarios se hace imprescindible la inclusión de actividades de contacto directo entre los niños y adolescentes y los textos y la incorporación de los medios de comunicación a esta especie de “Cruzada por la lectura”.

La promoción de la lectura según D´Jesús (1995) es una actividad que atañe a muchos sectores: el gubernamental, que establece los lineamientos públicos a seguir por las instituciones; el sector educativo que implementa desde las aulas de clase y en todos los niveles y modalidades estrategias que incentiven a los estudiantes a acercarse y desarrollar la lectura como herramienta útil de búsqueda de información, para complementar los conocimientos escolares y como vía de sensibilización estética; los medios de comunicación que pueden desarrollar campañas de difusión de autores y textos y sobre todo, realizar campañas de concientización, animación e incentivación a la lectura y, por último, la empresa privada que apoya las iniciativas individuales o grupales de proyectos tendientes a aumentar la motivación por la lectura, la publicación de textos, la dotación de bibliotecas y las exposiciones de muestras y manifestaciones culturales.

Considero, a partir de mi vivencia personal, que no hay un mejor incentivo para promocionar la lectura en un niño que el ejemplo de sus padres y maestros: Experimentar el contacto con la literatura desde temprana edad, cuando aún no se decodifican las palabras de los libros, pero se interpretan las imágenes, y más aún, compartir con los padres la emoción de la aventura, jugar con los sonidos, disfrutar el abrazo amoroso de una madre, un padre o un abuelo que nos sostienen en sus regazos, embelesados en la musicalidad de las palabras, y las consecuencias imperecederas de esas experiencias, no se pueden comparar con la más estructurada de las campañas institucionales de lectura.

El niño querrá el libro porque es un objeto importante en la casa, amará la lectura porque buscará imitar la emoción contagiosa de sus padres o quienes sean los ejemplos de la casa o en la escuela al leer el periódico, las revistas o los libros y se acercará una y otra vez a esos instrumentos mágicos para recordar (de manera consciente o inconsciente) los momentos felices que le deparó la lectura en tiempos pasados.

Nada sustituye a la alquimia poderosa del amor en ese acto infinito de leer(se) en un libro. Y si el niño lo ve innumerables veces en personas importantes para él, no habrá fuerza que lo aleje de la fuente que le depara goce, seguridad, disfrute, conocimiento y sabiduría: la lectura. Por eso, cualquier propuesta de promoción de la lectura debe buscar inicialmente la cercanía de los padres y los maestros a la lectura de literatura; que ellos experimenten esas sensaciones que luego procurarán en los niños que les rodean, porque no se puede dar lo que no se posee, y dado que no hay manera más poderosa de liderar que con el ejemplo, entonces, los padres y los maestros son y siempre serán los principales promotores de la lectura en los niños. Luego se sumarán los bibliotecarios, los medios de comunicación, los libreros, las editoriales y las demás instituciones antes mencionadas

La motivación a la lectura de libros edificantes, educativos ha sido una inquietud que ha trascendido épocas y lugares. Al respecto, nuevamente Luis B. Prieto F. (1981: 137) dice: “Siempre ha sido un problema de fundamental importancia poner en manos de los niños el libro que despierte su imaginación y anime los sueños que en esa edad son parte sustancial de la vida. Las lecturas y los libros para niños, bien ilustrados y con un contenido especialmente escrito o seleccionado por personas de inteligencia y sensibilidad no llegan hasta la población de niños que más los necesitan”.

Por su parte, Bruno Bettelheim y Karen Zelan (1981: 56) plantean que “lo que se necesita para hacer que el niño desee aprender a leer no es el conocimiento de la utilidad práctica de la lectura, sino la firme creencia de que saber leer abrirá ante él un mundo de experiencias, le permitirá despojarse de su ignorancia, comprender el mundo y ser dueño de su destino”. Si nosotros, padres, maestros y escritores vemos la lectura como la iniciación de un principiante en un mundo nuevo de la experiencia, la adquisición de un arte muy antiguo que descubrirá secretos hasta ahora ocultos, que abrirá la puerta de la sabiduría y permitirá participar de sublimes logros poéticos, podemos inculcar en nuestros hijos y estudiantes el amor, el interés y la motivación hacia la lectura.

Simón Rodríguez decía que “Leer es resucitar ideas sepultadas en el papel”. Para nosotros leer es partir en la búsqueda de nosotros mismos al reflejarnos en el espejo de las letras, es adentrarse en el mundo maravilloso del saber y la sabiduría, de la imagen y de la palabra, del ritmo y el silencio, de la información y el vuelo de la imaginación, al conocer el pensamiento del autor y de sus personajes. Por eso es tan importante que el niño, el adolescente y el adulto lean, porque a través de la lectura nos realizamos como seres humanos plenos, independientes y críticos. Somos y devenimos en personas sensibles y sensitivas, emotivas y racionales, nacionales y universales.

D´JESÚS, Digna. (1995). La promoción de la lectura. Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Caracas.
PRIETO FIGUEROA, Luis B. (1981) La magia de los libros. Monte Ávila Editores. Caracas.
BETTELHEIM, Bruno y ZELAN, Karen. (1981) Aprender a leer. Ediciones Grijalbo, Madrid.

1 comentario:

Hugo Marichales dijo...

Me encanta ver tu blog, Alicia. Pensando en la frase de Simón Rodríguez, me pregunto: Si “Leer es resucitar ideas sepultadas en el papel”… ¿entonces los escritores son todos unos sepultureros?

En cualquier caso, démosle vida a una inmensa felicitación por la apertura de tu blog y como muestra de mi alegría por ello, te dedico una estrofa de Walt Withman. O más bien te la rededico, porque ya lo hice una vez, por allá por 1991, en tiempos de Cámara Júnior.

“Esta mañana, antes del alba, subí una colina para mirar el cielo poblado, y le dije a mi alma:
- Cuando abarquemos esos mundos, y el conocimiento y el goce que encierran, ¿estaremos al fin hartos y satisfechos?
Y mi alma me dijo:
- No, una vez alcanzados esos mundos, proseguiremos el camino.”

Bravo, querida amiga.

Hugo Rafael