jueves, 21 de febrero de 2008

Poema de Oliverio Girondo o a propósito de la liviandad

No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias. ¡Pero eso sí! –y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!.
Esta fue -y no otra- la razón de que me enamorase tan locamente, de María Luisa.
¿qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres.
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo, por los alrededores! Allí, lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado! “¡María Luisa!”, “¡María Luisa!”… y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso: durante horas enteras nos anidábamos enana nube, como dos ángeles y, de repente, en un tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera!... aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes!.. la de pasarse las noches en un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre y, por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.

Oliverio Girondo.

Promoción de la lectura: La alquimia poderosa del amor y los libros

Es común escuchar en estos días a los maestros y los padres diciendo: “los niños ya no leen” o “no sé qué hacer para motivarlos a la lectura”. Pero este no es un problema infantil exclusivamente, pues esos mismos maestros y padres tampoco leen o leen poco. Los reportes de la Cámara Venezolana del Libro y los estudios que al respecto ha efectuado la UNESCO así lo demuestran. Es un problema global de la sociedad venezolana y más allá de nuestras fronteras. Por tal motivo es urgente satisfacer la necesidad de emprender campañas de promoción de la lectura en diferentes ambientes y estratos socioculturales y económicos.

La promoción de la lectura consiste en crear una cultura de la lectura; motivar a leer más allá de los textos escolares, los periódicos o las revistas de entretenimiento. El objetivo es promover la lectura como herramienta para elevarnos como seres humanos, para deleitarnos con la belleza de la palabra, y para nuestro enriquecimiento espiritual, cognoscitivo y social.

Dentro de una campaña de promoción de la lectura, donde tradicionalmente se incluyen talleres a padres, maestros, bibliotecarios se hace imprescindible la inclusión de actividades de contacto directo entre los niños y adolescentes y los textos y la incorporación de los medios de comunicación a esta especie de “Cruzada por la lectura”.

La promoción de la lectura según D´Jesús (1995) es una actividad que atañe a muchos sectores: el gubernamental, que establece los lineamientos públicos a seguir por las instituciones; el sector educativo que implementa desde las aulas de clase y en todos los niveles y modalidades estrategias que incentiven a los estudiantes a acercarse y desarrollar la lectura como herramienta útil de búsqueda de información, para complementar los conocimientos escolares y como vía de sensibilización estética; los medios de comunicación que pueden desarrollar campañas de difusión de autores y textos y sobre todo, realizar campañas de concientización, animación e incentivación a la lectura y, por último, la empresa privada que apoya las iniciativas individuales o grupales de proyectos tendientes a aumentar la motivación por la lectura, la publicación de textos, la dotación de bibliotecas y las exposiciones de muestras y manifestaciones culturales.

Considero, a partir de mi vivencia personal, que no hay un mejor incentivo para promocionar la lectura en un niño que el ejemplo de sus padres y maestros: Experimentar el contacto con la literatura desde temprana edad, cuando aún no se decodifican las palabras de los libros, pero se interpretan las imágenes, y más aún, compartir con los padres la emoción de la aventura, jugar con los sonidos, disfrutar el abrazo amoroso de una madre, un padre o un abuelo que nos sostienen en sus regazos, embelesados en la musicalidad de las palabras, y las consecuencias imperecederas de esas experiencias, no se pueden comparar con la más estructurada de las campañas institucionales de lectura.

El niño querrá el libro porque es un objeto importante en la casa, amará la lectura porque buscará imitar la emoción contagiosa de sus padres o quienes sean los ejemplos de la casa o en la escuela al leer el periódico, las revistas o los libros y se acercará una y otra vez a esos instrumentos mágicos para recordar (de manera consciente o inconsciente) los momentos felices que le deparó la lectura en tiempos pasados.

Nada sustituye a la alquimia poderosa del amor en ese acto infinito de leer(se) en un libro. Y si el niño lo ve innumerables veces en personas importantes para él, no habrá fuerza que lo aleje de la fuente que le depara goce, seguridad, disfrute, conocimiento y sabiduría: la lectura. Por eso, cualquier propuesta de promoción de la lectura debe buscar inicialmente la cercanía de los padres y los maestros a la lectura de literatura; que ellos experimenten esas sensaciones que luego procurarán en los niños que les rodean, porque no se puede dar lo que no se posee, y dado que no hay manera más poderosa de liderar que con el ejemplo, entonces, los padres y los maestros son y siempre serán los principales promotores de la lectura en los niños. Luego se sumarán los bibliotecarios, los medios de comunicación, los libreros, las editoriales y las demás instituciones antes mencionadas

La motivación a la lectura de libros edificantes, educativos ha sido una inquietud que ha trascendido épocas y lugares. Al respecto, nuevamente Luis B. Prieto F. (1981: 137) dice: “Siempre ha sido un problema de fundamental importancia poner en manos de los niños el libro que despierte su imaginación y anime los sueños que en esa edad son parte sustancial de la vida. Las lecturas y los libros para niños, bien ilustrados y con un contenido especialmente escrito o seleccionado por personas de inteligencia y sensibilidad no llegan hasta la población de niños que más los necesitan”.

Por su parte, Bruno Bettelheim y Karen Zelan (1981: 56) plantean que “lo que se necesita para hacer que el niño desee aprender a leer no es el conocimiento de la utilidad práctica de la lectura, sino la firme creencia de que saber leer abrirá ante él un mundo de experiencias, le permitirá despojarse de su ignorancia, comprender el mundo y ser dueño de su destino”. Si nosotros, padres, maestros y escritores vemos la lectura como la iniciación de un principiante en un mundo nuevo de la experiencia, la adquisición de un arte muy antiguo que descubrirá secretos hasta ahora ocultos, que abrirá la puerta de la sabiduría y permitirá participar de sublimes logros poéticos, podemos inculcar en nuestros hijos y estudiantes el amor, el interés y la motivación hacia la lectura.

Simón Rodríguez decía que “Leer es resucitar ideas sepultadas en el papel”. Para nosotros leer es partir en la búsqueda de nosotros mismos al reflejarnos en el espejo de las letras, es adentrarse en el mundo maravilloso del saber y la sabiduría, de la imagen y de la palabra, del ritmo y el silencio, de la información y el vuelo de la imaginación, al conocer el pensamiento del autor y de sus personajes. Por eso es tan importante que el niño, el adolescente y el adulto lean, porque a través de la lectura nos realizamos como seres humanos plenos, independientes y críticos. Somos y devenimos en personas sensibles y sensitivas, emotivas y racionales, nacionales y universales.

D´JESÚS, Digna. (1995). La promoción de la lectura. Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Caracas.
PRIETO FIGUEROA, Luis B. (1981) La magia de los libros. Monte Ávila Editores. Caracas.
BETTELHEIM, Bruno y ZELAN, Karen. (1981) Aprender a leer. Ediciones Grijalbo, Madrid.

Lourdes Sifontes o la incertidumbre de la elección.

Tzvetan Todorov en Introducción a la Literatura fantástica, (1968: 36) cita a Roger Caillois en Au Coeur du fantastique (1965) al definir: “Todo lo fantástico es una ruptura del orden reconocido, una irrupción de lo inadmisible en el seno de la inalterable legalidad cotidiana”.
El filósofo y místico ruso Vladimir Soloviov, citado también por Todorov, (1968:35) enuncia: “En el verdadero campo de lo fantástico, existe siempre la posibilidad exterior y formal de una explicación simple de los fenómenos, pero al mismo tiempo, esta explicación carece por completo de probabilidad interna”.
A estas características debe añadírsele la consideración fundamental de que para ser considerado fantástico un relato o un hecho, debe permanecer en el lector una vacilación al tratar de explicar los hechos que, por su naturaleza, difieren de la realidad.
En el cuento “Librería” de Lourdes Sifontes (1991), pueden verificarse estas tres características, pues los hechos se suceden en un lugar aparentemente real, y todos por separado pueden tener una explicación satisfactoria, pero al unirlos, el lector puede no encontrar una salida viable dentro de los términos de la realidad cotidiana, sin embargo no hay nada explícito que lo lleve a pensar que hay un elemento maravilloso o simplemente extraño, precisamente porque no hay la incursión de seres sobrenaturales, todo está en la mente del personaje principal y luego del lector.
Cortázar (1993: 382) menciona que en un cuento fantástico sólo es necesario un elemento fuera de la realidad, aunque todos los demás estén perfectamente en su sitio, completamente reales, cotidianos. Entonces este sería un cuento que cumple esta condición o característica. Por su parte, Luis Barrera Linares (1995:68) acota: “Lo fantástico sería todo aquello que confronta y conflictúa abiertamente nuestras creencias, nuestra memoria semántica colectiva, todo acontecer que violenta las normas de organización allí estatuidas y nos traslada a un universo que no necesariamente percibimos como imposible, sino más bien como improbable”
Al leer el cuento de Sifontes no hay ninguna explicación definitiva en el texto, el lector no puede saber con certeza lo que realmente sucedió, además la sensación de temor que invade al lector al apercibirse de lo probable (o de lo no imposible) del suceso relatado reconfirman su carácter fantástico.
A lo largo del relato pueden encontrarse distintas frases que propician esta ambigüedad o imprecisión: los verbos creyó, pareció, no estaba seguro, etc., crean una atmósfera de vaguedad.
“Una leve vibración en las comisuras de la primera podría haber hecho pensar en una sonrisa: “Cuando se dedicó a mirar los libros, creyó sentir que la mirada del perro lo gobernaba lentamente.” “Fueron cuatro minutos de angustia no estaba seguro de hacer suya la lectura de los títulos y autores.”(1998: 465).
Luego en la página siguiente aparece: “no escuchó, no creyó haber escuchado bien”. Además la formulación de preguntas que se hace él mismo, pero que sin duda van dirigidas al lector, sin embargo él intenta responder para calmar su angustia y la del lector, por supuesto. “No podría moverse mucho la librería era un rectángulo pequeño regentado por las dos mujeres y vigilado por el guardián peludo. ¿O era al revés?"” (1998: 465)
O en la siguiente página se pregunta ¿Cómo podía dominarlo el perro? Era ridículo. No. No podía ser. Pero sí, así era, estaba seguro de que el poder que lo obligaba a quedarse no venía del aire siniestro del dúo de mujeres. Era el perro.” (1998:466,467). En este párrafo pueden verse varios elementos significativos que emparentan el cuento con algunas otras narraciones como “La puerta”, de Ednodio Quintero, quien coloca al perro como uno de los focos de su narración, dándole un papel incluso más importante que algunos seres humanos.
Este fenómeno ha sido denominado por Gilbert Durand “animalización” de los personajes y puede verse también con las babillas en “Naturaleza muerta con botella de whisky”, de Milagros Socorro, las cuales tienen nombre propio, a diferencia de la mujer protagonista. Este fenómeno no es más que la deshumanización o cosificación progresiva que sufren los personajes de los cuentos de la época de los años ´80 y 90 en Venezuela. Los seres humanos son vistos a través de los objetos que los rodean: botellas (M. Socorro), puertas (Quintero), semáforos o vehículos (Calzadilla Arreaza), montañas (Azuaje), claraboyas (Núñez) y sus relaciones son el reflejo de esos mismos objetos o de la interrelación de éstos.
A decir de Lovecraft, tal vez lo fantástico reside en la emoción –el miedo- que se produce en el lector, la intensidad emocional que se va produciendo a través de la atmósfera creada por palabras, las dichas, y las imaginadas. Un sentimiento también fundamental es la duda, precisamente, la incertidumbre, que puede verificarse en ambos, personaje y lector pues debe haber elección entre las dos posibilidades de explicación, y decidir entre si lo que perciben proviene o no de la realidad. Todorov nuevamente, en su Introducción a la literatura fantástica (1968), lo explica de esta manera: “Al finalizar la historia, el lector, si el personaje no lo ha hecho, toma sin embargo una decisión: opta por una u otra solución, saliendo así de lo fantástico. Si decide que las leyes de la realidad quedan intactas y permiten explicar los fenómenos descritos, decimos que la obra pertenece a otro género: lo extraño. Si, por el contrario, decide que es necesario admitir nuevas leyes de naturaleza mediante las cuales el fenómeno puede ser explicado, entramos en el género de lo maravilloso”.
En el cuento de Lourdes Sifontes, lo fantástico estriba precisamente en esta posibilidad abierta para la explicación del lector, pues la del personaje jamás va a aparecer. Quien lee no sabe (a partir de los indicios del texto) qué pasó con el hombre que entró a leer un libro de la exhibición, tuvo la oportunidad de ojearlo en presencia o bajo la vigilancia del perro, y aparentemente desapareció. No lo sabe, pero podría saberlo. La carnada de esta primera (¿) víctima (los Cantos de Leopardi) fue cambiada por otra para una víctima nueva ( La vida nueva, de Dante).
Es importante resaltar un aspecto repetido en toda la narración y es la importancia que el personaje da a los ojos, a la mirada de los seres humanos y sobre todo a la del perro. Primero aparece una mirada cautelosa (la del personaje al entrar a la librería). Las mujeres lo miraron “sin hacer el menor gesto”, aunque estaban “empecinadas en taladrar su presencia con aquellos ojos”. Mientras el hombre mira los libros, es la mirada del perro la que lo acompaña, lo vigila, la que parece leer con él los títulos de los libros, tal vez quien lo obliga a escoger el libro que al final hojea. Sin embargo, sus ojos (del perro) lo inducen a dejar ese mismo libro, lo hielan, le dan bofetones, le ordenan sin decir nada. Es esa misma mirada que luego se torna dulce en el momento culminante de invitarlo a acercarse peligrosamente a él, para descubrir su secreto. ¿Dónde está entonces la fantasía? ¿Es en la mirada del lector donde está la explicación del texto y no sólo en la escritura del mismo? ¿O lo fantástico no es el hecho sino la mirada que lo ve y lo intenta explicar?
La conformación del carácter fantástico de la narración es la doble cara de una moneda: la ambigüedad que el texto deja traslucir y la perplejidad, la vacilación en la percepción e interpretación del lector, las cuales no le permiten elegir entre la explicación de un hecho bajo leyes diferentes a las cotidianas o racionales ni la aceptación de su carácter sobrenatural.
Una marca tipográfica, la separación de un nuevo párrafo, indica un tiempo diferente en la narración y da por terminado el capítulo anterior. Por otro lado, la repetición casi exacta de los acontecimientos de ese primer capítulo y primer párrafo del cuento inducen a pensar en la repetición de la anécdota -podría aventurarse que- ad infinitum.
La historia queda abierta, no sólo en el final, sino en la doble o múltiple posibilidad de explicación, tal como lo sugieren los teóricos del género fantástico, lo cual lo hace un cuento sugerente, el cual se construye a partir de sólo un elemento significativo para -como diría Cortázar en “Algunos aspectos del cuento”-: “actuar como una especie de apertura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad” (1993:385) como tantos otros cuentos de esta generación de finales de siglo XX en Venezuela.

Bibliografía:

SIFONTES, Lourdes. “Librería”. En Miranda, Julio. (1998) El gesto de Narrar. Caracas. Monte Ávila Editores Latinoamericana.

BARRERA L., Luis. (2000). Discurso y Literatura. Introducción a la narratología. Caracas. Comisión de Estudios de Posgrado de la Universidad Central de Venezuela.
CORTÁZAR, Julio. “Algunos aspectos del cuento” en BARRERA L., Luis y PACHECO, Carlos. (1993) Del cuento y sus alrededores Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana.
TODOROV: Tzvetan: (1968) Introducción a la literatura fantástica. Barcelona. Ediciones Buenos Aires.